Fuente: Diario de Burgos

En un ejemplo de colaboración entre expertos en discapacidad y desarrolladores de hardware y software, la Universidad de Burgos y el Instituto Tecnológico de Castilla y León (ITCL) han llevado a cabo un doble proyecto que busca soluciones para las personas. Una pulsera capaz de medir el estrés y otra detectora de ictus podrían mejorar la vida de mucha gente, y quién sabe si salvar alguna de ellas, si terminan comercializándose en los próximos años.
Javier Sedano, como investigador principal del grupo de Electrónica Aplicada e Inteligencia Artificial del ITCL, y Jerónimo González, profesor de Terapia Ocupacional y responsable del Laboratorio Avanzado de Autonomía de la UBU, son las dos cabezas visibles de esta iniciativa. Se conocieron en unas jornadas sobre innovación, empezaron a charlar sobre posibles proyectos y han cuajado su colaboración en sendas patentes.
La primera de ellas es un dispositivo capaz de medir el estrés. Ya hay aparatos de este tipo, pero son demasiado grandes y caros, vinculados a equipos médicos más complejos. Su mérito reside en la fabricación de un dispositivo más económico, móvil y ligero, que mide la conductividad en la piel, la temperatura y el pulso.
Parecido a un detector de mentiras, es capaz de registrar las variaciones de quien, por ejemplo, se ve repentinamente obligado a hablar en inglés sin dominar la lengua de Shakespeare, con lo que en ese momento sus constantes se disparan. Sedano explica que su objetivo final será establecer unos clasificadores de estrés, unos parámetros detectables, pero una vez completado el prototipo ahora toca su validación, para lo que necesitarán la colaboración de entre 300 y 400 personas.
Sus conejillos de Indias serán probablemente, como apunta González, alumnos de la Facultad de Humanidades, con los que además habrá que contrastar los resultados mediante análisis de orina para medir el cortisol, una hormona que se libera como respuesta al estrés.
Si esta primera pulsera está relacionada con uno de los males de nuestro tiempo, el segundo proyecto se vincula a una de las patologías más severas: el ictus o accidente cerebrovascular. Capaz de dejar graves secuelas, presenta síntomas que son detectables por personas ajenas al enfermo pero que los propios afectados pueden ser incapaces de notar. Uno de ellos es la pérdida de movilidad en una de las extremidades, y esto es lo que trata de descubrir la pulsera del ITCL y la UBU.
En realidad no es uno sino dos los dispositivos que deben colocarse, uno en cada muñeca.
Debidamente ‘entrenadas’ para detectar cambios en los movimientos o comportamientos extraños, las pulseras emitirán una señal a su portador en el caso de que exista una paralización detectada como peligrosa en uno de los miembros. Si el usuario no respondiera se incrementaría el nivel de alarma hasta llegar, finalmente, a la localización de un teléfono móvil vía bluetooth para los casos en los que quienes están sufriendo un ictus no sean capaces de actuar por sí mismos. «Es importantísimo acudir a un hospital antes de la primera hora del episodio», recuerda Jerónimo González: «Por eso la pulsera te dice: ‘tú no estás bien’. Está avisando al afectado».